martes, mayo 09, 2006

El Reino de Asturias (722 - 910)

La derrota de las tropas visigodas frente a los musulmanes en la batalle de Guadalete (711) ocasionó una migración forzosa de los vencidos hacia el Norte, huyendo de las tropas musulmanas, mezclándose los visigodos supervivientes con los siempre rebeldes astures y formando pequeños ejércitos que hostigaban continuamente a los invasores. Tras unos años de soportar continuos ataques astur-godos, los árabes van a tomar la decisión de acabar con los insurrectos y para ello envían un ejército hacia las montañas astures, los temibles Picos de Europa.

Pelayo (718-737), noble godo que ya había sido nombrado caudillo de los rebeldes en 718 en una asamblea celebrada al más puro estilo visigodo, consiguió dispersar a las tropas musulmanas en la llamada batalla de Covadonga, probablemente ocurrida en 722. Realmente no debió ser más que una escaramuza entre árabes y cristianos, pero el eco de esta victoria se extendió rápidamente entre los refugiados astures y ello acabó dando vida a un Reino, siendo el propio Pelayo nombrado Rey muy cerca de la actual localidad leonesa de Cordiñanes, en los Picos de Europa, en donde en la actualidad existe un monumento recordatorio de dicho momento histórico. Instaló la capital del Reino en Cangas de Onís y el resto de su mandato lo pasó intentando consolidar la naciente monarquía, toda vez que los árabes habían decidido no aventurarse más por aquellos inhóspitos y peligrosos parajes, a los que tan poco valor daban, quizás por no poder conseguirlos. Falleció en 737.

Favila (737-739), accedió al trono a la muerte de su padre. Su reinado fue muy corto y nada nos cuentan las crónicas sobre él salvo que murió en 739 despedazado por un oso durante una cacería, aunque la teoría más probable sobre su fallecimiento es que fuera asesinado por la nobleza, que continuaría de esta forma con su particular "método" de elección de Reyes tan al uso durante los tiempos del Reino Visigodo.

Alfonso I (739-757), noble casi con toda seguridad de origen godo y que poseía el título de Duque de Cantabria, que había contraido matrimonio con Ermesinda, hija de Pelayo, fue elegido Rey por los nobles y comienza con él la expansión del Reino de Asturias, aunque cometió el error de exterminar y destruir todo lo que conquistaba, con lo que se formó una amplia zona despoblada entre Asturias y Al-Andalus que tardaría años en poder ser repoblada.

Su hijo Fruela I (757-768) le sucedió en 757, y tendrá que sufrir los constantes ataques árabes a sus fronteras, de la mano de un fuerte Abderraman I, que había logrado pacificar el territorio musulman. Fundó la ciudad de Oviedo. Su mal carácter le llevó a enemistarse con muchos nobles. En 768 asesinó personalmente a su hermano Vimarano, al que acusaba de encabezar una conspiración para destronarlo, lo que acabó de exasperar a los nobles que se encargaron finalmente de asesinarlo en Cangas de Onís.

Nuevamente los nobles volvieron al estilo godo para escoger al Rey. Esta época es llamada la de "Los Reyes Holgazanes", quizás porque fue una época casi carente de luchas y de conquistas para el Reino. Aurelio (768 - 774), Silo (774 - 783), Mauregato (783 - 789) y Bermudo I "El Diácono" (789 - 791) fueron los cuatro monarcas a los que le cabe el dudoso honor de poseer tal apelativo. En esta época la capital del Reino se trasladó a Pravia (774). Bermudo I, que estaba dedicado a las tareas de la Iglesia cuando fue elegido Rey, tras sufrir una tremenda derrota contra los musulmanes a orillas del río Burbia, cerca de la actual Villafranca del Bierzo, abdicó del trono en Alfonso II, hijo de Fruela I, y vivió tranquilamente en Palacio, dedicado a sus tareas clericales, hasta su muerte en 798.

Alfonso II "El Casto" (791-842) fue, sin dudas, la gran figura del Reino de Asturias. A pesar de que su padre había sido asesinado por los nobles y de que había sido expulsado del trono por Mauregato la primera vez que fue proclamado Rey, no mantuvo deseos de venganza contra los nobles que fomentaron estos actos y procuró atraerselos desde los primeros días de su reinado. Al poco de tomar posesión trasladó la capital a Oviedo, ciudad dotada de mejores comunicaciones con el resto de los territorios. Mantuvo múltiples batallas contra los árabes, con desigual suerte, aunque consiguió extender el Reino por todas las zonas despobladas de los valles del Duero y del Ebro, llegando incluso hasta Lisboa, ciudad que saqueó y en la que consiguió un enorme botín. En 813 se descubrió cerca de Iria Flavia el sepulcro del que se creyó que era el Apostol Santiago. Alfonso II mandó construir un templo sobre la tumba y el lugar se convirtió en poco tiempo en centro de peregrinación. Con los años, Compostela se convertiría en el centro cultural y religioso de los Reinos de Asturias y de León, adonde acudirían peregrinos de España y de toda Europa, y la imagen del Apostol se convirtió en santo y seña de los ejércitos cristianos. Alfonso II falleció sin descendencia en 842, siendo enterrado en la Iglesia de Santa María.

Ramiro I (842-852), hijo de Bermudo I "El Diácono", había sido asociado al trono por Alfonso II y gobernaba en Galicia. A la muerte de este fue elegido Rey por los nobles, aunque al encontrarse en Bardulia (Castilla) para contraer matrimonio, un conde de nombre Nepociano ocupó el trono. Enterado de ello, el Rey marchó sobre Oviedo y consiguió derrotar al usurpador, que fue cegado y encerrado de por vida en un Monasterio. Ramiro I tuvo que enfrentarse a las invasiones normandas y a otras dos insurrecciones de dos nobles llamados Aldroido y Piniolo, saliendo triunfante de todos estos acontecimientos. Repobló León aprovechando las fuertes murallas romanas que aún se mantenían en pie, pero los musulmanes atacaron la ciudad y sus nuevos habitantes tuvieron que huir de nuevo hacia Asturias, quedando la ciudad nuevamente abandonada durante bastantes años. Ramiro I, se dedicó a engrandecer y embellecer la capital del Reino, construyendo numerosas edificaciones, entre las que cabe destacar la Iglesia de San Miguel de Lillo y el Palacio (posterior Iglesia de Santa María) del Naranco, donde falleció en 850, heredando el reino su hijo Ordoño I, con lo que se abandonaba definitivamente la sucesión electiva al estilo visigodo para dar paso a la sucesión hereditaria.

Ordoño I (850-866) se aprovechó de las luchas intestinas en Al-Andalus para extender los límites del Reino, repoblando nuevamente León y otras ciudades como Astorga o Tuy, dando salida de esa forma a la numerosa población que ya vivía en los territorios asturianos y que empezaba a tener problemas de aprovisionamiento. Tuvo que luchar no sólo con los musulmanes, sino también contra la dinastía de los Banu Qasi, gobernantes en los territorios de la futura Taifa de Zaragoza. El cabeza de esta familia, descendiente de un noble visigodo o hispanorromano llamado Casio, se convirtió al Islam y tomó el nombre de Musa I. Se dedicaba a guerrear tanto contra los musulmanes como contra Ordoño I, según su conveniencia, hasta que el monarca asturiano consiguió que Banu Qasi Lope se le sometiera y abandonase sus correrías contra él. Ordoño I tuvo que reprimir nuevas incursiones normandas, así como batallar constantemente contra los musulmanes, que veían como algo peligroso las repoblaciones y el ensanchamiento del Reino que el monarca asturiano había comenzado. Los útlimos años de su vida estuvo imposibilitado, posiblemente aquejado de gota, falleciendo en Oviedo en 866.

Alfonso III "El Magno" (866-910) sucedió a su padre en la dirección del Reino a los dieciocho años y sus inicio de reinado fueron realmente tumultuosos. Antes de llegar a Oviedo desde Compostela, en donde se hallaba a la muerte de su padre, tuvo que refugiarse en Castilla para conseguir apoyo de los nobles para luchar contra el Conde de Lugo Froilán Bermúdez, que se había hecho proclamar Rey, aunque en pocos meses el traidor era asesinado y Alfonso III era coronado Rey en Oviedo. Inmediatamente tuvo que reprimir una revuelta de los vascones, fácilmente sofocada. A continuación fueron los árabes los que intentaron atacar las fronteras del Reino, pero Alfonso III los derrotó primero en las cercanías de León y posteriormente en El Bierzo. Supo aprovecharse de las desavenencias en los territorios de Al-Andalus para conseguir importantes compensaciones económicas y extender las fronteras del Reino más allá del Duero, repoblando importantes ciudades como Chaves, Braga, Oporto, Viseu, Coimbra, Castrojeriz y Burgos, así como fundar las ciudades fronterizas de Zamora, Toro, Simancas y Dueñas. Habiendo contraido matrmonio con Jimena, hija del Rey de Navarra García Jiménez, tuvo seis hijos: García, Ordoño, Fruela, Ramiro, Gonzalo y Sancha. El primero de ellos se había casado con Nuña, hija del Conde de Castilla Nuño Fernández, que fue el instigador de una conjura contra el Rey. Capturado García por su padre, su suegro Nuño provocó un levantamiento ayudado por Jimena, Ordoño y Fruela. Para evitar la guerra civil, Alfonso III puso en libertad a García y se retiró, junto a su esposa, a Zamora, donde moriría en 910, dividiendo el Reino entre sus tres hijos mayores. Desde ese momento el Reino de Asturias, engrandecido ya de forma majestuosa y con extensos territorios que gobernar, trasladará la capital a León y comenzará desde entonces a hablarse del Reino de León

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